Estaba Jesús en una Sinagoga, y fue a su encuentro el padre de un hijo epiléptico por posesión demoníaca, lo echaba al fuego , al suelo, lo golpeaba, este demonio asqueroso entonces Jesús increpó al espíritu malo y éste salió y el niño quedó sano y se lo entregó a su padre.
Este gesto de Jesús se repite varias veces, increpa al viento y al mar y viene la calma, increpa a los espíritus inmundos y estos se van. Qué importante saber increpar en el momento y el lugar justo. Esto es de gran enseñanza para nosotros. Gracias Señor Jesús.
Adrián Prunotto
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